Hoy Viernes Santo celebramos que
Jesús nos ama al extremo, que dio su vida por ti y por mí.
Según el relato evangélico de San
Mateo (27, 32 – 44), los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de Él y
riéndose de su sufrimiento le hacían dos sugerencias sarcásticas: si eres el
Hijo de Dios, “sálvate a ti mismo” y “bájate de la cruz”.
Por eso, al contemplar hoy al
Crucificado, nuestra reacción no puede ser de burla o desprecio, sino de oración
confiada y agradecida: “No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra
aflicción. ¿De qué nos serviría un Dios que no conociera nuestros sufrimientos?
¿Quién nos podría entender?”
Así pues no, no te bajes de la
cruz, pues si no te sentimos crucificado junto a nosotros nos veremos más
perdidos.
Hoy nos arrodillamos ante ti Señor
pidiendo como cada día desde estos últimos meses por el fin de esta pandemia,
por los enfermos y contagiados que están en soledad ya sean en el hospital o en
sus casas y por todos los fallecidos, así como todos los sanitarios que se
están dejando la piel por todos ellos.
Tampoco nos olvidamos de todas esas
madres que como María Dolorosa estuvo junto a la cruz de su hijo en pie,
acompañándole en cada sufrimiento, te pedimos por todas las madres que viven un
sufrimiento constante, ya sea por enfermedad de sus hijos, distancia, pérdida o
falta, nuestra Madre del Cielo nunca las abandona.
Hoy a las 3 de la tarde, hora de tu
muerte, nos arrodillaremos ante ti para rezar tu Divina Misericordia.
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